Sobre el río Vilcanota, frente a la Estación del Ferrocarril, de este pueblo, existe una peñolería rodeada de algunos galpones antiguos, por donde se ha dado paso para Simapucyo, Cachiccata y punas pobladas. Este paraje se llama «Choquekillka», que, según tradiciones lugareñas, era un sitio donde se presentaban «fantasmas» o «aparecidos» en las noches, que interceptaban el paso de los caminantes.
Un día domingo bajó de las punas de Charcahuaylla (alturas de Cachiccata) don Domingo Huillca, a oír misa en el pueblo; ya en la tarde, como de costumbre, se dedicó a tomar chicha y licor con sus amigos. Entrada la noche, montó en su caballo y partió de retorno a sus lares. Llega al sitio de los «fantasmas», cuando el caballo se encabrita, corcovea, y lanza al jinete hacia el barranco de la peñolería, a cuyo pie hay un remolino de las aguas del Vilcanota, y hace la casualidad de que el individuo queda prendido o agazapado en una «achupalla” (especie de tallo de pina, poco resistente para el peso de un hombre). Viéndose en tan terrible trance no tuvo otro remedio que esperar a que amanezca para pedir auxilio a los viajeros. A poco momento, se sorprende al contemplar que del remolino partía una luz poderosa y deslumbrante, cuyos reflejos dominaban casi toda la hoya del Vilcanota.
Con algo más de cuidado y detención, se fijó en el sitio de donde salía esa luz tan potente y, estupefacto, ve que una pequeña cruz resplandeciente daba vueltas en el remolino. Al rayar la aurora y notando que pasaban viajeros por el camino, lanza gritos desesperantes pidiendo que lo saquen del peligro. Armados de largos palos y sogas lograron salvarlo. Luego les contó lo que pasó con el milagro de la aparición de la cruz e inmediatamente se convencieron y con mayor respeto sacaron la cruz, colocándola en el corte de peña que existe en el sitio y desde entonces, dicha cruz ha tomado el nombre del «Señor de Choquekillka», muy venerado hoy, no sólo por los pobladores, sino por creyentes de lugares lejanos. Desde la colocación de la cruz en ese sitio desaparecieron los tan afamados y nidos «fantasmas».
Fuente: “Monografía de Ollantaytambo” Prof. Valentín Martínez – 1966